¿Qué no le debo al martillo y la lima?

“Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar” (Sal. 4:1).

Es verdad que “los mares tranquilos nunca hacen a un marino”. La tribulación es el medio adecuado en el que se desarrolla la paciencia; las presiones de la vida ensanchan el corazón.

Hasta los hombres del mundo saben que las dificultades tienen valores formativos que amplían nuestros horizontes. Charles Kettering dijo una vez: “Los problemas son el precio del progreso. No me traigan otra cosa sino problemas. Las buenas noticias me debilitan”.

Nadie hay como los cristianos para testificar de los enormes beneficios que provienen de las tribulaciones.

Leemos por ejemplo: “Los sufrimientos pasan, pero haber sufrido permanece por la eternidad”.

El poeta confirma lo dicho con sus palabras:
Y un trovador embelesado, de entre los hijos de la luz
Dirá de su música exquisita: “Por la noche la aprendí;”
Y el cántico ondulante que satura del Padre la mansión
Ensaya entre sollozos en la sombra de una oscura habitación.

Spurgeon escribió en su estilo inimitable:

“Me temo que toda la gracia que he obtenido de mis tiempos fáciles y cómodos y de las horas felices pudiera valer casi un comino. Pero el bien que he obtenido de mis penas, dolores y pesares es por completo incalculable. ¿Qué no le debo al martillo y la lima? La aflicción es la mejor pieza del mobiliario de mi casa”.

Y sin embargo ¿por qué nos sorprendemos? ¿Acaso no nos dice el escritor anónimo de la carta a los Hebreos: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”? (Heb 12:11).

William MacDonald
De día en día

Se intensifica persecución contra cristianos en China

Beijing - China.- La iglesia evangélica de Shouwang, ha sufrido ya más de 200 detenciones en siete domingos seguidos.

El diario independiente South China Morning Post, da cuenta de que el pasado 22 de mayo la policía arrestó, a una mujer de 80 años y a un niño de dos. Como ocurrió en fines de semana pasados, muchos de los anteriores detenidos pasaron el sábado y el domingo bajo arresto domiciliario para evitar que volvieran a participar en los cultos.

Seis líderes de la comunidad eclesial evangélica llevan más de un mes sin poder salir de sus casas por orden de la policía de pekín.

El pasado 10 de abril, en su primer intento de celebrar un culto religioso en una plaza de Pekín, la policía detuvo a 169 feligreses y, desde entonces, las detenciones han continuado, aunque el número ha ido cayendo por los arrestos domiciliarios de los protestantes.

La iglesia, que cuenta con unos 1.000 feligreses, insiste en que continuará con sus cultos al aire libre hasta que las autoridades den un permiso oficial para celebrarlas en el local que compraron en el 2009 y en el que no les han permitido instalarse.

Los pastores de Shouwang entregaron hace dos semanas una carta a la Asamblea Nacional Popular (ANP, Legislativo) en la que piden una reforma constitucional que reconozca las reuniones de protestantes para leer la Biblia, consideradas ilegales por el régimen.

El Gobierno chino sí permite grupos budistas, taoístas, católicos, musulmanes y confucionistas bajo la tutela del Partido Comunista de China.(NdC)

Benjamín Netanyahu ante congreso de EE.UU. rechaza las fronteras de 1967

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se ha mostrado hoy dispuesto ante el Congreso de EE. UU. a "adquirir compromisos dolorosos" para alcanzar la paz con los palestinos, pero no aceptará volver a las fronteras de 1967.

Netanyahu ha rechazado así el planteamiento del presidente estadounidense, Barack Obama, durante un discurso en una sesión conjunta del Senado y la Cámara de Representantes, que ha sido ovacionado en varias ocasiones por los legisladores.

La propuesta de Obama es que las negociaciones de paz se abran tomando como base las fronteras que había en 1967, que pueden ser modificadas por un acuerdo de las partes.

La propuesta de Obama recibió el rechazo inmediato de Netanyahu, que el pasado viernes se reunió en la Casa Blanca con el gobernante estadounidense, en un encuentro en que quedaron patentes sus diferencias.

Aceptan la creación de un estado palestino

En un entorno hoy más amigable, Netanyahu ha dejado claro que tanto él como sus predecesores quieren la paz y aceptan la creación de un estado palestino como solución. "Pero el problema no es éste. El problema es que los palestinos no aceptan la existencia de un estado judío", ha dicho Netanyahu.

Por su parte, los palestinos han advertido este martes de que la paz con Israel sólo será posible si tiene como resultado el establecimiento de un Estado palestino con Jerusalén Este como capital y se basa en las fronteras de 1967.

El movimiento islamista Hamas ha calificado de "declaración de guerra" el discurso Netanyahu y ha pedido a la OLP "romper todos los acuerdos" con Israel.

"Netanyahu ha bloqueado todas las vías para hacer la paz y lo que quiere es dividir de nuevo a los palestinos", ha dicho Mohamed Awad, ministro de Exteriores del gobierno de Hamás en Gaza.

William Tyndale

William Tyndale nació en Inglaterra, en la frontera de Gales, probablemente en el condado de Gloucestershire, si bien no es posible precisar la localidad ni la fecha exactas se cree que su nacimineto fue el año 1594. El hombre que dio a los ingleses su Biblia, labor que le valió el martirio. ¿Por qué?

William Tyndale descolló en el estudio del griego y el latín. En julio de 1515, con 21 años de edad a lo sumo, se graduó como Maestro en Artes por la Universidad de Oxford. En 1521 fue ordenado sacerdote católico. En aquellos años cundía la agitación entre los católicos alemanes a causa de las labores de Martín Lutero. Inglaterra, sin embargo, permaneció fiel al catolicismo hasta que el rey Enrique VIII rompió con Roma en 1534.

En la época de Tyndale, la educación no se impartía en inglés, la lengua vulgar, sino en latín, el idioma de la Iglesia y de la Biblia. En 1546, el Concilio de Trento reiteró que la Vulgata latina, que realizó Jerónimo en el siglo V, era la única versión que debía utilizarse, pese a que solo podía leerla la gente ilustrada. ¿Por qué debía privarse al pueblo de Inglaterra del derecho de tener la Biblia en inglés y leerla sin trabas? “Jerónimo también tradujo la Biblia a su lengua materna. ¿Por qué nosotros no?”, alegaba Tyndale.

Actúa con fe

Después de acabar su instrucción en Oxford, y posiblemente sus estudios suplementarios en Cambridge, Tyndale trabajó dos años en Gloucestershire como preceptor de los hijos pequeños de John Walsh. Durante esta etapa alimentó el deseo de verter la Biblia al inglés, y muy probablemente tuvo la oportunidad de pulir sus dotes de traductor con la ayuda del nuevo texto bíblico de Erasmo, que contenía el texto griego y el latino en columnas paralelas. En 1523, Tyndale dejó a los Walsh y marchó a Londres. Aspiraba a que Cuthbert Tunstall, obispo de Londres, le otorgara el permiso para realizar su versión.

La autorización era imprescindible, pues las Constituciones de Oxford (los estatutos de un sínodo celebrado en esa ciudad en 1408) prohibían la traducción y lectura de la Biblia en lengua vernácula, salvo que mediara permiso episcopal. Por atreverse a contravenir esta prohibición, gran número de lolardos (predicadores itinerantes) acabaron en la hoguera inculpados de herejía. En su caso, leían y distribuían la Biblia de John Wiclef, una versión inglesa de la Vulgata. Tyndale creía que ya era tiempo de traducir del griego los escritos cristianos, de hacer para su Iglesia y su pueblo una versión nueva y auténtica.

El obispo Tunstall era un docto que había hecho mucho en apoyo de Erasmo. Como prueba de su propia competencia, Tyndale tradujo uno de los discursos de Isócrates, un texto griego bastante complejo, en un esfuerzo por obtener la aprobación de Tunstall. Abrigaba la esperanza de granjearse su amistad y mecenazgo, y de que aceptara su propuesta de traducir las Escrituras. ¿Qué haría el obispo?

El rechazo y los motivos

Pese a que Tyndale llevaba consigo una carta de presentación, Tunstall se negó a recibirlo. Tyndale, por tanto, tuvo que solicitar por escrito una entrevista. No está claro si Tunstall acabó dignándose a dialogar con él. Sea como fuere, le respondió que ‘tenía la casa llena’. ¿Qué motivó este desaire tan tajante?

La labor reformadora de Lutero en la Europa continental sembraba gran inquietud en la Iglesia Católica, con sus lógicas repercusiones en Inglaterra. En 1521, el rey Enrique VIII editó un enérgico tratado en el que defendía al Papa y arremetía contra Lutero. Agradecido, el pontífice le concedió el título “Defensor de la Fe”. El cardenal Wolsey, a las órdenes del monarca, también se entregaba con fervor a destruir las obras luteranas que habían entrado de contrabando. Como obispo católico fiel al Papa, al rey y a su cardenal, Tunstall se sentía obligado a suprimir toda idea que tuviera visos de simpatizar con el rebelde Lutero. Tyndale se hallaba entre los más sospechosos. ¿Por qué?

Durante su estancia en casa de la familia Walsh, Tyndale había criticado sin reparo alguno la ignorancia y el fanatismo de los eclesiásticos de la zona. Entre ellos figuraba John Stokesley, que conocía a Tyndale desde Oxford, y quien acabó sucediendo a Cuthbert Tunstall en el obispado londinense.

La oposición a Tyndale se hace asimismo patente por el careo que sostuvo con un alto jerarca eclesiástico, quien dijo: “Mejor nos iría sin la ley de Dios que sin la del Papa”. Tyndale le respondió de forma lapidaria: ‘Desafío al Papa y todas sus leyes. Si Dios me hace merced de seguir vivo, de aquí a no muchos años lograré que el muchacho que guía el arado sepa más de la Escritura que vos’.

Tyndale hubo de comparecer ante el administrador de la diócesis de Worcester por falsas acusaciones de herejía. “Me amenazó gravemente y me vilipendió”, señaló Tyndale posteriormente, agregando que lo había tratado como a “un perro”. Pero no hubo pruebas para inculparlo de herejía. Los historiadores creen que se dio notificación a Tunstall en secreto de todos estos asuntos a fin de influir en su decisión.

Después de pasar un año en Londres, Tyndale llegó a la siguiente conclusión: “No solo faltaba espacio para traducir el Nuevo Testamento en el palacio de su Ilustrísima de Londres, sino en toda Inglaterra”. Así era. Ante el clima de represión desencadenado por la obra de Lutero, ¿qué impresor de Inglaterra iba a atreverse a publicar una Biblia en inglés? Por ello, en 1524, Tyndale cruzó el Canal de la Mancha para nunca volver.

Nuevos problemas en la Europa continental

Cargado con sus valiosos libros, halló asilo en Alemania. Disponía de 10 libras, gentileza de su amigo Humphrey Monmouth, comerciante londinense muy influyente. En aquellos días, este donativo casi le bastaba para imprimir las Escrituras Griegas que quería traducir. Monmouth acabó detenido por ayudar a Tyndale y por sus supuestas simpatías hacia Lutero. Fue interrogado y recluido en la Torre de Londres, y solo vio la libertad después de suplicar el indulto al cardenal Wolsey.

Se desconoce la localidad alemana a la que fue Tyndale. Algunos indicios apuntan a Hamburgo, donde tal vez pasó un año. ¿Se reunió con Lutero? No es seguro, aunque los cargos presentados contra Monmouth así lo afirman. Pero algo sí es indiscutible: Tyndale se entregó por entero a traducir las Escrituras Griegas. ¿Dónde podría conseguir que publicaran su manuscrito? Confió esta tarea a Pedro Quentell, de Colonia.

Todo fue por buen camino hasta que un enemigo suyo, Juan Dobneck, conocido por el nombre de Cochlaeus, averiguó lo que sucedía. Cochlaeus comunicó sin dilación sus hallazgos a un amigo íntimo de Enrique VIII que enseguida hizo gestiones para que se prohibiera la impresión que realizaba Quentell de la versión de Tyndale.

Tyndale y su ayudante, William Roye, escaparon para salvar la vida, llevándose consigo las páginas impresas del Evangelio de Mateo. Remontaron el Rin hasta llegar a Worms, donde finalizaron su trabajo. Con el tiempo, se publicaron seis mil ejemplares de la primera edición del Nuevo Testamento de Tyndale.

Logra su objetivo pese a la oposición

Una cosa era traducir e imprimir el Nuevo Testamento y otra muy distinta introducirlo en Gran Bretaña. Los agentes eclesiásticos y las autoridades civiles estaban decididos a impedir que se hicieran envíos a través del Canal de la Mancha. La dificultad se superó gracias a comerciantes con buena disposición que ocultaron los volúmenes en fardos de telas y de otras mercancías, y los introdujeron de contrabando en las costas de Inglaterra, de donde se distribuyeron incluso hasta Escocia. Tyndale cobró ánimo, pero la batalla no había hecho más que comenzar.

El 11 de febrero de 1526, el cardenal Wolsey, acompañado de 36 obispos y otros prebostes de la Iglesia, se reunieron cerca de la Catedral de San Pablo de Londres “para ver cómo se arrojaban canastos de libros al fuego”, entre ellos varios ejemplares de la valiosa traducción de Tyndale. Hoy solo quedan dos ejemplares de la primera edición. El único completo (solo carece de la portada) se halla en la Biblioteca Británica. Irónicamente, el otro, al que le faltan 71 páginas, fue descubierto en la Biblioteca de la Catedral de San Pablo. Nadie sabe cómo llegó allí.

Sin amedrentarse, Tyndale hizo nuevas ediciones de su versión, que fueron sistemáticamente confiscadas y quemadas por el clero inglés. Más tarde, Tunstall cambió de estrategia. Hizo el trato de comprarle al comerciante Augustine Packington todos los libros de Tyndale, incluido el Nuevo Testamento, a fin de quemarlos. Como Packington había llegado antes a un acuerdo con Tyndale, coordinó con este la operación. En su obra Chronicle, Halle explica: “El obispo tuvo los libros; Packington, las gracias, y Tyndale, el dinero. Después se imprimieron más Nuevos Testamentos, y entraron a raudales en Inglaterra”.

¿Por qué se oponía el clero con tanta obstinación a la versión de Tyndale? A diferencia de la Vulgata, que rodeaba de un halo de misterio el texto sagrado, la versión que hizo Tyndale del texto original griego transmitía por primera vez el mensaje bíblico en un lenguaje accesible al pueblo inglés. En el capítulo 13 de 1 Corintios, por ejemplo, decidió traducir el vocablo griego a·gá·pe por “amor” en vez de “caridad”. Insistió en emplear “congregación”, y no “iglesia”, a fin de destacar que se refería a los fieles, y no a los templos. Pero lo que acabó con la paciencia clerical fue la sustitución de “sacerdote” por “anciano” y de “hacer penitencia” por “arrepentirse”, lo que despojó al clero de su pretendida autoridad sacerdotal. David Daniell dijo al respecto: “Allí no aparece el purgatorio; tampoco la confesión auricular y la penitencia. Se habían derruido dos pilares de la riqueza y el poder de la Iglesia”. (William TyndaleA Biography Biografía de William Tyndale.) Este fue el desafío que lanzó la traducción de Tyndale, y la erudición moderna confirma la certeza de su elección de palabras.

Traslado a Amberes, traición y muerte

Entre 1526 y 1528, Tyndale se trasladó a Amberes, donde se sentía a salvo entre los comerciantes ingleses. Allí escribió The Parable of the Wicked Mammon (Parábola del malvado Mammón), The Obedience of a Christian Man (La obediencia del cristiano) y The Practice of Prelates (La práctica de los prelados). Tyndale prosiguió con su labor de traductor, y fue el primero en utilizar el nombre de Dios, Jehová, en una versión al inglés de las Escrituras Hebreas. El nombre aparece más de veinte veces.

Mientras Tyndale se mantuvo en casa de su amigo y benefactor Thomas Poyntz, en Amberes, estuvo a salvo de las intrigas de Wolsey y sus espías. Durante ese tiempo, Tyndale adquirió nombradía por cuidar de los enfermos y los indigentes. Pero un inglés llamado Henry Phillips, que logró ganarse con astucia la confianza de Tyndale, lo traicionó en 1535. Fue llevado al Castillo de Vilvoorde, a 10 kilómetros al norte de Bruselas, donde vivió encarcelado dieciséis meses.

No puede determinarse con certeza quién contrató a Phillips, pero todas las sospechas concurren en el obispo Stokesley, que a la sazón se dedicaba con afán a quemar “herejes” en Londres. En 1539, ya en su lecho de muerte, Stokesley “se ufanó de haber quemado en vida suya a cincuenta herejes”, dijo W. J. Heaton en su obra The Bible of the Reformation (La Biblia de la Reforma). Entre ellas figuró William Tyndale, quien fue estrangulado y luego quemado en público en octubre de 1536.

Integraron la comisión que juzgó a Tyndale tres eminentes teólogos de la universidad católica de la ciudad de Lovaina, donde había cursado estudios Phillips. También estuvieron presentes tres canónigos lovanienses y tres obispos, además de otros dignatarios, para ver cómo se condenaba a Tyndale por herejía y se le suspendía del sacerdocio. Con gran regocijo lo vieron morir cuando rondaría los 42 años.

“Tyndale —explicó el biógrafo Robert Demaus hace más de cien años— siempre se destacó por su sinceridad e intrepidez.” En una carta a John Frith, colaborador suyo que acabó en la hoguera por obra de Stokesley, Tyndale dijo: “Nunca he alterado ni una sílaba de la Palabra de Dios contra mi conciencia, ni lo haría hoy, aunque se me entregara todo lo que está en la Tierra, sea honra, placeres, o riquezas”.

Así fue como William Tyndale dio su vida por el privilegio de proporcionar al pueblo inglés una Biblia fácil de entender. Pagó un precio muy caro, pero ¡qué inapreciable legado dejó!

Juan Knox

Juan Knox nació en al año 1505 en Giffordate, Escocia. Muy poco se conoce sobre sus padres, aparte de que el padre era hijo de un terrateniente respetable y rico; de modo que Juan no se crió en un hogar pobre y recibió excelente educación.

Siendo Juan todavía muy pequeño falleció su madre, y el padre se volvió a casar. Cuando Juan empezó a estudiar en la universidad, se daba por sentado que llegaría a ser sacerdote; de modo que se dedicó a aprender latín y griego. Sin embargo, sus planes no eran desempeñar las tareas regulares y habituales de un sacerdote. Quería más bien especializarse para llegar a ser un oficial jurídico de la iglesia.

Estudió en la universidad de Glasgow durante ocho años, para recibir su licenciatura en artes. No bien se hubo graduado, llegó a ser profesor de filosofía en la universidad. A los 25 años, Knox fue ordenado sacerdote.

Sin embargo, pronto se sintió inquieto en cuanto a su nuevo cargo. Anhelaba profundizarse más en la teología. Empezaba a ver cuán corrupta era, en realidad, la iglesia Romana en Escocia. Mientras más estudiaba los escritos de San Jerónimo y San Agustín, más lo conducían éstos a las Escrituras. Al acudir al Nuevo Testamento, y al estudiar cuidadosa y detalladamente las verdades contenidas en él, fue confirmado como ciertas sus sospechas en cuanto a la iglesia Romana. Esto ocurrió más o menos por el año de 1535, pero tardo siete años antes de decidirse a renunciar a la iglesia de Roma y declararse como reformador.

Knox sabía que le sería totalmente inútil quejarse acerca de la corrupción que observaba en la iglesia. También sabía que si acaso decía algo en contra de la iglesia, lo tacharían de hereje, y quizá hasta tratarían de darle muerte. Al mismo tiempo, tenía que reconocer que la iglesia a la cual pertenecía estaba profundamente comprometida. Como consecuencia, empezó a estudiar, a reflexionar, a orar, y a pedirle a Dios que le indicara lo que debía hacer.

El protestantismo apenas se iniciaba en los primeros días de Knox. Un predicador, de nombre Jorge Wishart, empezó a predicar, exponiendo los males que prevalecían en la iglesia Romana. Juan Knox quedó tan impresionado por lo que decía aquel hombre, que aprendió la verdad del evangelio, dejó la iglesia Romana, y siguió la obra de Wishart. Se convirtió en criado y ayudante de dicho pastor, y en todo tiempo llevaba una espada, listo para proteger a su patrón.

Cuando Wishart fue arrestado y condenado a ser quemado vivo, le pidió a Knox que se separara de él, diciéndole que Juan sería perseguido, sin duda alguna, y que no era necesario que ambos murieran como mártires. Knox, al principio, se opuso, pero al fin siguió el consejo de su amigo. Knox nunca más le volvió a ver, pues Wishart entregó su vida como un mártir del Señor Jesucristo.

A causa de sus creencias, Knox se vio forzado a huir de un lugar a otro, con el fin de evitar que lo tomaran preso. Pensaba ir a Alemania, pero sus amigos le convencieron a que se refugiara en un castillo. De este modo, en la primavera de 1547, se mudó al castillo, llevando consigo a los alumnos. (Antes de esto, había trabajado para dos familias como tutor, y en parte también como sacerdote.) Sin embargo, sabiendo que sus amigos lo buscaban, se sentía inseguro en el castillo; por lo tanto, junto con sus alumnos, pronto se trasladó a la población de San Andrés; en Escocia, en donde daba clases en una capilla todos los días.

Pronto otras personas acudieron para escucharle, y con el tiempo Knox sintió que Dios lo estaba llamando a predicarles el evangelio. Así lo hizo, manifestando a la gente el pecado del pueblo escocés, y hablándoles de la santidad de Dios.

Frisaba entonces los cuarenta años, y el interiormente tímido Knox, súbitamente se convirtió en un predicador intrépido. No procuraba presentar mensajes bellos, más bien decía al pueblo que había venido como un profeta enviado de Dios, y que nos le traía palabras dulces y agradables, sino palabras duras. A pesar de los problemas y las persecuciones en el país, Juan Knox perseveró mostrando a al pueblo pecaminosidad de sus corazones. Les decía que Dios derramaría Su ira sobre ellos si no se arrepentían.

La reina de Escocia por fin desterró a Knox y a sus seguidores, enviándoles a Francia en un barco. Allí debía ser encadenado y condenado a las galeras. Después de diecinueve meses, Knox fue liberado de aquella nave de esclavitud. Se marchó, entonces, a Inglaterra, pues le era muy peligroso regresar a Escocia. Se colocó en un puesto en la Iglesia Protestante de Inglaterra, y dentro de poco tiempo, tenía a su cargo una congregación buena y floreciente.

Teniendo ahora más de cuarenta años, Knox llegó a conocer a Marjorie Bowes, y se enamoró de ella. La madre de la joven concedió su permiso para que se casaran, pero el padre no quiso consentir, puesto que simpatizaba con la iglesia Romana. Después de esperar por tres años, confiando en que él iba a ceder, finalmente se casaron.

Por un tiempo, todo parecía irle bien. Ya no sufría la oposición que había soportado anteriormente, y la vida le parecía un poco más fácil. No obstante, ese mismo hecho le molestaba. Sabía que no debía debilitarse en su manera de predicar. No podía pedirle a Dios Su divina dirección si no le era fiel en proclamar la verdad. Knox decidió que no le temería a nadie.

En diciembre de 1551 fue elegido para ser uno de los seis capellanes reales. Como resultado de ello, no sólo predicaba en la corte del joven rey Eduardo VI, el cual pronto llego a ser su amigo íntimo, sino que también tuvo la oportunidad de visitar iglesias en todas partes del país. Esto fue muy cansador para Knox, pero él siguió predicando fielmente. Apenas tres años atrás había sido un esclavo en una galera francesa. Ahora era uno de los representantes de Inglaterra, predicando en todas partes del reino, e inclusive dando sugerencias en cuanto a cambios en el orden del culto en las iglesias. En julio de 1533, el joven rey de Inglaterra murió, a los dieciséis años. Su trono pasó a María Tudor, conocida en la historia como "Maria la Sangrienta". Al poco tiempo, toda la ley que favorecía al protestantismo fue revocada. Todo cambió entonces para Juan Knox. Su sueldo fue suspendido. Sus buenos amigos estaban muriendo como mártires.

Knox sabía que su ministerio ya no podría continuar siendo efectivo en Inglaterra. Sabía que tendría que dejar a su esposa, y a la familia de ella, y huir a Francia. Pero prometió regresar. Desde Francia, siguió su camino hacia Suiza, en donde fue recibido calurosamente por los ministros y las iglesias protestantes.

Después de dos meses regresó a Francia. Se sintió feliz al hallar allí varias cartas. Una de ellas le informaba que su esposa y su suegra estaban seguras. Sin embargo, la persecución iba en aumento, de modo que no era prudente regresar.

Apesadumbrado regresó a Suiza. Un grupo de refugiados protestantes había formado una iglesia en Francfort, Alemania, y le pidieron a Knox que fuera su pastor. Sirvió allí durante más o menos un año.

Mientras tanto, algunos cambios políticos habían ocurrido en Escocia; y a los protestantes se les concedió más libertad.

Para 1555 recibió una petición urgente, rogándole que regresara a su patria. Así lo hizo, pasando primero por Inglaterra, en donde encontró a su esposa sana y segura. Luego fue a Escocia.

Al volver de nuevo a su patria, Knox observó que parecía haber una nueva actitud en la generación reciente. Esto no sólo lo sorprendió, sino que también lo puso muy contento. La última vez que había estado en Escocia había predicado acerbamente en contra de la iglesia Romana, la misa, y los métodos empleados por los líderes de tal iglesia. Ahora sentía que debía predicar un mensaje más positivo. Todavía creía firmemente que la gente debía salir de la iniquidad de la iglesia Romana, pero ahora sentía que tenía también que conducirles a dar un paso más hacia delante. ¿Qué tenían que hacer al abandonar tal iglesia?. Konx les enseñó a celebrar la Cena del Señor semanalmente, a estudiar la Palabra de Dios y a reconocer que formaban parte de la Iglesia de Jesucristo.

La reina María, y también los obispos de Escocia, llegaron a enterarse de la predicación sin rodeos de Knox. Conociendo el carácter de dicho predicador, le ordenaron comparecer ante ellos el 15 de mayo de 1556. para su sorpresa, cuando apareció en Edimburgo no se encontraba solo. Lo acompañaba una inmensa multitud, lista para actuar sí acaso alguien osaba levantar la mano en contra de su pastor. De inmediato los obispos retiraron la citación; y desde entonces se le permitió predicar abiertamente y a congregaciones más numerosas que antes.

Poco después de esto, recibió un llamado de parte de su iglesia en Suiza. Regresó de inmediato. Por primera vez pudo establecer un hogar en Ginebra. Durante los tres años siguientes le nacieron dos hijos, Natanael y Eliécer. Aun cuando Knox y su familia estaban felizmente radicados en Suiza, él todavía ardía en deseos de evangelizar al pueblo de Escocia. Fue invitado otra vez por los ministros reformados de Escocia, y así, en mayo de 1559, regresó nuevamente a su tierra.

En 1560 falleció su esposa. Le quedaban dos hijos pequeños, y su suegra, de la cual también tenía que cuidar. Ambos hijos recibieron una buena educación, en preparación para el ministerio. Sin embargo. Los dos murieron muy jóvenes, y sin hijos.

La vida entera de Juan Knox parecía estar llena de luchas a causa de sus convicciones. Una reina se levantaba tras otra, un problema detrás de otro, y también había guerras, persecuciones y ansiedades. Más sin embargo, Knox permaneció firme, porque estaba seguro de que hacía lo que era recto.

Cuatro años después de la muerte de su esposa Marjorie, Knox se volvió a casar; esta vez con Margarita Stuart Ochiltree, una jovencita de diecisiete años. Juan Knox tenía ya cincuenta años, de modo que su casamiento ocasionó bastante habladuría. No obstante, Margarita resultó ser una cónyuge digna y congenial para Knox; y vivieron felices hasta que él murió. De este matrimonio nacieron tres hijas. Después de sus segunda nupcias, Knox participó muy poco en la vida política y pública. Siguió predicando, pero más reposadamente.

A fines de 1570, pocos años después de haberse casado con Margarita, Knox sufrió una leve embolia, que le dejó sin habla por un breve tiempo. No podía caminar ni escribir; todo el mundo creía que le había llegado su fin. Sin embargo, a la semana siguiente estaba de nuevo en el púlpito, predicando como de costumbre. En noviembre de 1572, cayó otra vez enfermo, y esto le debilito en extremo. El día de su muerte se pasó escuchando a su esposa y a otras personas, a las cuales había pedido que leyeran algunos pasajes bíblicos. Leyeron durante varias horas seguidas; y luego, siendo las once de la noche, se arrodillaron para orar a Dios. Juan Knox murió en paz, y se fue para estar con el Señor, a Quien había amado y servido.

Netanyahu rechaza propuesta de Obama de volver a las fronteras de 1967

WASHINGTON.- El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, plantó ayer cara al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, durante su visita a la Casa Blanca. Netanyahu dejó claro que no acepta su propuesta de retroceder a las fronteras de 1967 ni la vuelta de los refugiados palestinos a Israel y que no está dispuesto a negociar con una Autoridad palestina respaldada por Hamás, a la que calificó de "versión palestina de Al Qaeda".

Obama, por su parte, reconoció que existen "diferencias" entre Estados Unidos e Israel sobre "las formulaciones precisas y el lenguaje" para llegar a un acuerdo de paz en Oriente Próximo. "Eso pasa entre amigos", dijo el presidente de EEUU, tras una reunión más larga de lo prevista en el Despacho Oval.

Netanyahu exige que Hamás acepte al Estado judío antes de una negociación

La visita de Netanyahu se produjo un día después de que Obama propusiera en un discurso en Washington que Israel retroceda a las fronteras de 1967 para facilitar la creación de un Estado palestino y lograr la paz en Oriente Próximo. Esto obligaría a Israel a retirarse de los territorios ocupados y a los palestinos a crear un estado desmilitarizado que no suponga una amenaza para su vecino.

"Las fronteras de Israel y de Palestina deben basarse en las líneas de 1967 con intercambios acordados mutuamente, de modo que se establezcan unas fronteras seguras y reconocidas entre ambos estados", dijo el jueves Obama.

El discurso de Obama sentó muy mal a Netanyahu, que en el avión que le llevaba a DC dijo que "existe la idea de que Washington no entiende la realidad, no entiende a lo que nos enfrentamos".

Obama admite que se mantienen las "diferencias" entre los dos aliados

"Ambos estamos de acuerdo en que una paz basada en ilusiones se estrellará finalmente en las rocas de la realidad de Oriente Próximo y que la única paz que puede durar es aquella basada en la realidad, en hechos inquebrantables", advirtió ayer muy serio Netanyahu a Obama delante de las cámaras.

El primer ministro israelí considera "indefendible" la propuesta de Obama de volver a las fronteras de 1967. Israel quiere que el presidente de Estados Unidos ratifique la promesa que hizo el presidente George Bush al Gobierno israelí en 2004 de que los principales asentamientos judíos en Cisjordania se quedarían bajo soberanía israelí.

El primer ministro israelí aseguró que "Israel quiere la paz. Yo quiero la paz", pero una paz que sea "verdadera". Y reiteró que no acepta las fronteras de antes de la Guerra de los Seis Días, en la que Israel se hizo con el control de la península del Sinaí, Gaza, Cisjordania, Jerusalén este y los Altos del Golán. Según el primer ministro israelí, estas fronteras "no tienen en cuenta los cambios demográficos, ocurridos en los últimos 44 años en el terreno".

Tras la reunión de Obama y Netanyahu, la Casa Blanca no quiso comentar una información de The New York Times según la cual el primer ministro israelí telefoneó inmediatamente a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, tras el discurso del jueves. En la llamada, un Netanyahu furioso había mostrado su profundo enfado por las palabras de Obama.

Además de la resistencia de ambas partes a hacer concesiones, el hecho de que se celebren en 2012 elecciones en Estados Unidos podría ser, según los analistas políticos, otro obstáculo a la hora de recuperar las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos.

JUAN WYCLIFFE

1320-1384

Cuando Marco Polo comezaba sus famosos viajes al lejano oriente en 1324, Juan Wycliffe cumplia 4 años de edad. Los Franciscanos radicales estaban denunciando las riquezas del Papado, y el Papa Juan XXII estaba a mediados de su reino. El mundo (como era conocido para los Europeos) estaba en paz; y Roma tenia autoridad final en las vidas de la gente del continente y las islas Británicas. De Agustin y Constantino hasta el nacimiento de Wycliffe, la Iglesia era el centro de la vida de cada persona. La llamada “edad oscura” (una descripción puramente protestante) era simplemente un periodo de gran calma el cual vino fue producido por el poder de la Iglesia. Juan Wycliffe vino al mundo en esta calma; pero las aguas serían pronto movidas y Wycliffe se uniria al “fray” . Iglaterra fue entonces envuelta en la guerra de los 100 años con Francia (1339 a 1453). Esta lucha era porque algunos Ingleses estaban cansados de los exhorbitantes impuestos que tenian que pagar a la Iglesia; y Francia era el brazo de la Iglesia en la region Entre 1/3 a 1/4 de la tierra de Inglaterra pertenecia a la Iglesia! Este deseo de retener el dinero y re poseer la tierra que los Igleses veian como de ellos lo trajo en conflicto directo con el papado. El papa queria retener la tierra y el dinero y de esta manera los franceses fueron llamados al servicio, y sirvieron bien. Wycliffe nació en 1320 y estudió Teología en Oxford (murió en 1384). 

Su entrenamiento y disposición le llevó a oponerse a la posesión de la tierra Inglesa por el Papado, en fundamentos religiosos y teológicos mas que meramente economicos. Desde 1376 en adelante Wycliffe publicó tratados que denunciaban la secularización de la Iglesia. 
Esta secularización, el mantenia, no era beneficial ni para la iglesia ni para el Estado. En 1377 el Papa emitió un documento official en el cual prohibía la publicación de ciertos escritos en los que se condenaban en 18 tesis los escritos de Wycliffe. La reacción de Wycliffe fue violenta. Comenzó a denunciar al Papa (aunque no el papado contrario a Lutero) en escritos increiblemente recios. 

Desde 1378 a 1379 Wycliffe publicó su sistema teológico en una serie de tratados. La tesis central de estas obras era que las Escrituras eran el fundamento de toda doctrina. Este fue un punto importante en la historia doctrinal. Hasta este punto la Tradición había sido puesta lado a lado con las Escrituras como fuente de doctrina; pero Wycliffe disputaba esta noción y Juan Hus de Praga así como Martin Lutero, Huldych Zwingli y Juan Calvino adoptarían el punto de vista de Wycliffe. La doctrina de Wycliffe acerca de la iglesia tambien fue revolucionante. El vio la iglesia como una institución espiritual y no politica. Por eso la obra pre-reformadora de Wycliffe esta cimentada sobre las doctrians de la Escirtura y la Iglesia. Serían esta controversias doctrinales precisas el combustible que más tarde alimentaría la “Reformación” de Lutero y Zwingli. 
El signficado de Wycliffe no puede ser pasado por alto. Su movimiento hacia las Escrituras y la Iglesia como una sociedad espiritual fueron las piedras del fundamento sobre las cuales la “Reforma” sería luego fundamentada. El, además, propuso idea que eran controversiales. El sugirió que la libertad humana no existia; hasta el punto que todo lo que la persona hacia estaba predeterminado. Su gran enemistad hacia el Papa lo llevó a hacer algunas declaraciones personales extravagantes; y su desconfianza de la naturaleza humana le llevó a completamente deshumanizar la humanidad.

Aun así, sin Wycliffe, no podría haber “Reforma”. O por ese medio, una traducción Inglesa de la Biblia. La traducción de Wycliffe es bien conocida. Hizo su trabajo de la Vulgata en Latin; dando así al pueblo Inglés la primera traducción de las Escrituras en su propia lengua. Su traducción fue consultada por Tyndale, Coverdale, los Obispos, y por su puesto los traductores autorizados. El fue un traductor antes que Lutero; un Teólogo antes que Calvino; y un reformador antes de la Reforma. Después de la muerte de Wycliffe no apareceria otro Reformador antes de la Reforma hasta Juan Hus.

En 1414 el papado atento poner final a la división que se acercaba llamando el concilio de Constancia donde Hus fue condenado (y ejecutado en Julio 6, 1415) y tambien Wycliffe (aunque murió hace tiempo) fue censurado. Pero la ola no sería destruida. Las puertas de la inundación abiertas por Wycliffe alcanzarian su fruto en Zwingli y Lutero.

JUAN HUS

Era de humilde cuna y había perdido a su padre en temprana edad. Su piadosa madre, considerando la educación y el temor de Dios como la más valiosa hacienda, procuró asegurársela a su hijo. Hus estudió en la escuela de la provincia y pasó después a la universidad de Praga donde fue admitido por caridad. En su viaje a la ciudad de Praga fue acompañado por su madre, que, siendo viuda y pobre, no pudo dotar a su hijo con bienes materiales, pero cuando llegaron a las inmediaciones de la gran ciudad se arrodilló al lado de su hijo y pidió para él la bendición de su Padre celestial. Muy poco se figuraba aquella madre de qué modo iba a ser atendida su plegaria. En la universidad se distinguió Hus por su aplicación, su constancia en el estudio y sus rápidos progresos, al par que su conducta intachable y sus afables y simpáticos modales le granjearon general estimación. Era un sincero creyente de la iglesia romana y deseaba ardientemente recibir las bendiciones espirituales que aquélla profesa conceder. Con motivo de un jubileo, fue él a confesarse, dio a la iglesia las pocas monedas que llevaba y se unió a las procesiones para poder participar de la absolución prometida. Terminado su curso de estudios, ingresó en el sacerdocio, y como lograra en poco tiempo darse a conocer, no tardó en ser elegido para prestar sus servicios en la corte del rey. Fue también nombrado catedrático y posteriormente rector de la universidad donde recibiera su educación. En pocos años el humilde estudiante que fuera admitido por caridad en las aulas llegó a ser el orgullo de su país y a adquirir fama en toda Europa. Mas otro fue el campo en donde Hus principió a trabajar en busca de reformas. Algunos años después de haber recibido las órdenes sacerdotales, fue elegido predicador de la capilla llamada de Belén. El fundador de ésta había abogado, por considerarlo asunto de gran importancia, en favor de la predicación de las Santas Escrituras en el idioma del pueblo. No obstante la oposición de Roma, esta práctica no había desaparecido del todo de Bohemia. Sin embargo, era mucha la ignorancia respecto a la Biblia, y los peores vicios reinaban en todas las clases de la sociedad. Hus denunció sin reparo estos males apelando a la Palabra de Dios para reforzar los principios de verdad y de pureza que procuraba inculcar. Un vecino de Praga, Jerónimo, que con ulterioridad iba a colaborar tan estrechamente con Hus, trajo consigo, al regresar de Inglaterra, los escritos de Wycliffe. 
La reina de Inglaterra, que se había convertido a las enseñanzas de éste, era una princesa bohemia, y por medio de su influencia las obras del reformador obtuvieron gran circulación en su tierra natal. Hus leyó estas obras con interés; tuvo a su autor por cristiano sincero y se sintió movido a mirar con simpatía las reformas que él proponía. Aunque sin darse cuenta, Hus había entrado ya en un sendero que había de alejarle de Roma. Por aquel entonces llegaron a Praga dos extranjeros procedentes de Inglaterra, hombres instruídos que habían recibido la luz del Evangelio y venían a esparcirla en aquellas apartadas regiones. Comenzaron por atacar públicamente la supremacía del papa, pero pronto las autoridades les obligaron a guardar silencio; no obstante, como no quisieran abandonar su propósito, recurrieron a otros medios para realizarlo. Eran artistas a la vez que predicadores y pusieron en juego sus habilidades. En una plaza pública dibujaron dos cuadros que representaban, uno la entrada de Cristo en Jerusalén, “manso y sentado sobre un asno” (S. Mateo 21: 5, V.M.), y seguido por sus discípulos vestidos con túnicas ajadas por las asperezas del camino y descalzos; el otro representaba una procesión pontifical, en la cual se veía al papa adornado con sus ricas vestiduras y con su triple corona, montado en un caballo magníficamente enjaezado, precedido por clarines y seguido por cardenales y prelados que ostentaban deslumbrantes galas. Encerraban estos cuadros todo un sermón que cautivaba la atención de todas las clases sociales. Las multitudes acudían a mirarlos. Ninguno dejaba de sacar la moraleja y muchos quedaban hondamente impresionados por el contraste que resultaba entre la mansedumbre de Cristo, el Maestro, y el orgullo y la arrogancia del papa que profesaba servirle. 
Praga se conmovió mucho y, después de algún tiempo, los extranjeros tuvieron que marcharse para ponerse en salvo. Pero la lección que habían dado no dejó de ser aprovechada. Los cuadros hicieron impresión en Hus y le indujeron a estudiar con más empeño la Biblia y los escritos de Wycliffe. Aunque todavía no estaba convenientemente preparado para aceptar todas las reformas recomendadas por Wycliffe, alcanzó a darse mejor cuenta del verdadero carácter del papado y con mayor celo denunció el orgullo, la ambición y la corrupción del clero. De Bohemia extendióse la luz hasta Alemania. Algunos disturbios en la universidad de Praga dieron por resultado la separación de centenares de estudiantes alemanes, muchos de los cuales habían recibido de Hus su primer conocimiento de la Biblia, y a su regreso esparcieron el Evangelio en la tierra de sus padres. Las noticias de la obra hecha en Praga llegaron a Roma y pronto fue citado Hus a comparecer ante el papa. Obedecer habría sido exponerse a una muerte segura. El rey y la reina de Bohemia, la universidad, miembros de la nobleza y altos dignatarios dirigieron una solicitud general al pontífice para que le fuera permitido a Hus permanecer en Praga y contestar a Roma por medio de una diputación. En lugar de acceder a la súplica, el papa procedió a juzgar y condenar a Hus, y, por añadidura, declaró a la ciudad de Praga en entredicho. En aquellos tiempos, siempre que se pronunciaba tal sentencia, la alarma era general. Las ceremonias que la acompañaban estaban bien calculadas para producir terror entre el pueblo, que veía en el papa el representante de Dios mismo, y el que tenía las llaves del cielo y del infierno y el poder para invocar juicios temporales lo mismo que espirituales. Creían que las puertas del cielo se cerraban contra los lugares condenados por el entredicho y que entretanto que el papa no se dignaba levantar la excomunión, los difuntos no podían entrar en la mansión de los bienaventurados. En señal de tan terrible calamidad se suspendían todos los servicios religiosos, las iglesias eran clausuradas, las ceremonias del matrimonio se verificaban en los cementerios; a los muertos se les negaba sepultura en los camposantos, y se los enterraba sin ceremonia alguna en las zanjas o en el campo. Así pues, valiéndose de medios que influían en la imaginación, procuraba Roma dominar la conciencia de los hombres. La ciudad de Praga se amotinó. Muchos opinaron que Hus tenía la culpa de todas estas calamidades y exigieron que fuese entregado a la vindicta de Roma. Para que se calmara la tempestad, el reformador se retiró por algún tiempo a su pueblo natal. Escribió a los amigos que había dejado en Praga: “Si me he retirado de entre vosotros es para seguir los preceptos y el ejemplo de Jesucristo, para no dar lugar a que los mal intencionados se expongan a su propia condenación eterna y para no ser causa de que se moleste y persiga a los piadosos. Me he retirado, además, por temor de que los impíos sacerdotes prolonguen su prohibición de que se predique la Palabra de Dios entre vosotros; mas no os he dejado para negar la verdad divina por la cual, con la ayuda de Dios, estoy pronto a morir.”- E. de Bonnechose, Les Réformateurs avant la Réforme, lib. I, págs. 94, 95 (París, 1845). 
Hus no cesó de trabajar; viajó por los países vecinos predicando a las muchedumbres que le escuchaban con ansia. De modo que las medidas de que se valiera el papa para suprimir el Evangelio, hicieron que se extendiera en más amplia esfera. “Nada podemos hacer contra la verdad, sino a favor de la verdad.” (2 Corintios 13: 8, V.M.) “El espíritu de Hus parece haber sido en aquella época de su vida el escenario de un doloroso conflicto. Aunque la iglesia trataba de aniquilarle lanzando sus rayos contra él, él no desconocía la autoridad de ella, sino que seguía considerando a la iglesia católica romana como a la esposa de Cristo y al papa como al representante y vicario de Dios. Lo que Hus combatía era el abuso de autoridad y no la autoridad misma. Esto provocó un terrible conflicto entre las convicciones más íntimas de su corazón y los dictados de su conciencia. Si la autoridad era justa e infalible como él la creía, ¿por qué se sentía obligado a desobedecerla? Acatarla, era pecar; pero, ¿por qué se sentía obligado a pecar si prestaba obediencia a una iglesia infalible? Este era el problema que Hus no podía resolver, y la duda le torturaba hora tras hora. La solución que por entonces le parecía más plausible era que había vuelto a suceder lo que había sucedido en los días del Salvador, a saber, que los sacerdotes de la iglesia se habían convertido en impíos que usaban de su autoridad legal con fines inicuos. Esto le decidió a adoptar para su propio gobierno y para el de aquellos a quienes siguiera predicando, la máxima aquella de que los preceptos de la Santas Escrituras transmitidos por el entendimiento han de dirigir la conciencia, o en otras palabras, que Dios hablando en la Biblia, y no la iglesia hablando por medio de los sacerdotes, era el único guía infalible.”- Wylie, lib. 3, cap. 3. 
Cuando, transcurrido algún tiempo, se hubo calmado la excitación en Praga, volvió Hus a su capilla de Belén para reanudar, con mayor valor y celo, la predicación de la Palabra de Dios. Sus enemigos eran activos y poderosos, pero la reina y muchos de los nobles eran amigos suyos y gran parte del pueblo estaba de su lado. Comparando sus enseñanzas puras y elevadas y la santidad de su vida con los dogmas degradantes que predicaban los romanistas y con la avaricia y el libertinaje en que vivían, muchos consideraban que era un honor pertenecer al partido del reformador. Hasta aquí Hus había estado solo en sus labores, pero entonces Jerónimo, que durante su estada en Inglaterra había hecho suyas las doctrinas enseñadas por Wycliffe, se unió con él en la obra de reforma. Desde aquel momento ambos anduvieron juntos y ni la muerte había de separarlos. Jerónimo poseía en alto grado lucidez genial, elocuencia e ilustración, y estos dones le conquistaban el favor popular, pero en las cualidades que constituyen verdadera fuerza de carácter, sobresalía Hus. El juicio sereno de éste restringía el espíritu impulsivo de Jerónimo, el cual reconocía con verdadera humildad el valer de su compañero y aceptaba sus consejos. Mediante los esfuerzos unidos de ambos la reforma progresó con mayor rapidez. Si bien es verdad que Dios se dignó iluminar a estos sus siervos derramando sobre ellos raudales de luz que les revelaron muchos de los errores de Roma, también lo es que ellos no recibieron toda la luz que debía ser comunicada al mundo. Por medio de estos hombres, Dios sacaba a sus hijos de las tinieblas del romanismo; pero tenían que arrostrar muchos y muy grandes obstáculos, y él los conducía por la mano paso a paso según lo permitían las fuerzas de ellos. No estaban preparados para recibir de pronto la luz en su plenitud. Ella los habría hecho retroceder como habrían retrocedido, con la vista herida, los que, acostumbrados a la obscuridad, recibieran la luz del mediodía. Por consiguiente, Dios reveló su luz a los guías de su pueblo poco a poco, como podía recibirla este último. 
De siglo en siglo otros fieles obreros seguirían conduciendo a las masas y avanzando más cada vez en el camino de las reformas. Mientras tanto, un gran cisma asolaba a la iglesia. Tres papas se disputaban la supremacía, y esta contienda llenaba los dominios de la cristiandad de crímenes y revueltas. No satisfechos los tres papas con arrojarse recíprocamente violentos anatemas, decidieron recurrir a las armas temporales. Cada uno se propuso hacer acopio de armamentos y reclutar soldados. Por supuesto, necesitaban dinero, y para proporcionárselo, todos los dones, oficios y beneficios de la iglesia fueron puestos en venta. 
Asimismo los sacerdotes, imitando a sus superiores, apelaron a la simonía y a la guerra para humillar a sus rivales y para aumentar su poderío. Con una intrepidez que iba cada día en aumento, protestó Hus enérgicamente contra las abominaciones que se toleraban en nombre de la religión, y el pueblo acusó abiertamente a los jefes papales de ser causantes de las miserias que oprimían a la cristiandad. La ciudad de Praga se vio nuevamente amenazada por un conflicto sangriento. Como en los tiempos antiguos, el siervo de Dios fue acusado de ser el “perturbador de Israel.” (1 Reyes 18:17, V. M.) 
La ciudad fue puesta por segunda vez en entredicho, y Hus se retiró a su pueblo natal. Terminó el testimonio que había dado él tan fielmente en su querida capilla de Belén, y ahora iba a hablar al mundo cristiano desde un escenario más extenso antes de rendir su vida como último homenaje a la verdad. Con el propósito de contener los males que asolaban a Europa, fue convocado un concilio general que debía celebrarse en Constanza. Esta cita fue preparada, a solicitud del emperador Segismundo, por Juan XXIII, uno de los tres papas rivales. El deseo de reunir un concilio distaba mucho de ser del agrado del papa Juan, cuyo carácter y política poco se prestaban a una investigación aun cuando ésta fuera hecha por prelados de tan escasa moralidad como lo eran los eclesiásticos de aquellos tiempos. Pero no pudo, sin embargo, oponerse a la voluntad de Segismundo. Los fines principales que debía procurar el concilio eran poner fin al cisma de la iglesia y arrancar de raíz la herejía. En consecuencia los dos antipapas fueron citados a comparecer ante la asamblea, y con ellos Juan Hus, el principal propagador de las nuevas ideas. Los dos primeros, considerando que había peligro en presentarse, no lo hicieron, sino que mandaron sus delegados. El papa Juan, aun cuando era quien ostensiblemente había convocado el concilio, acudió con mucho recelo, sospechando la intención secreta del emperador de destituirle, y temiendo ser llamado a cuentas por los vicios con que había desprestigiado la tiara y por los crímenes de que se había valido para apoderarse de ella. Sin embargo, hizo su entrada en la ciudad de Constanza con gran pompa, acompañado de los eclesiásticos de más alta categoría y de un séquito de cortesanos. El clero y los dignatarios de la ciudad, con un gentío inmenso, salieron a recibirle. Venía debajo de un dosel dorado sostenido por cuatro de los principales magistrados. La hostia iba delante de él, y las ricas vestiduras de los cardenales daban un aspecto imponente a la procesión. 
Entre tanto, otro viajero se acercaba a Constanza. Hus se daba cuenta del riesgo que corría. Se había despedido de sus amigos como si ya no pensara volverlos a ver, y había emprendido el viaje presintiendo que remataría en la hoguera. A pesar de haber obtenido un salvoconducto del rey de Bohemia, y otro que, estando ya en camino, recibió del emperador Segismundo, arregló bien todos sus asuntos en previsión de su muerte probable. En una carta dirigida a sus amigos de Praga, les decía: “Hermanos míos . . . me voy llevando un salvoconducto del rey para hacer frente a mis numerosos y mortales enemigos. . . . Me encomiendo de todo corazón al Dios todopoderoso, mi Salvador; confío en que él escuchará vuestras ardientes súplicas; que pondrá su prudencia y su sabiduría en mi boca para que yo pueda resistir a los adversarios, y que me asistirá el Espíritu Santo para confirmarme en la verdad, a fin de que pueda arrostrar con valor las tentaciones, la cárcel y si fuese necesario, una muerte cruel. Jesucristo sufrió por sus muy amados, y, por tanto ¿habremos de extrañar que nos haya dejado su ejemplo a fin de que suframos con paciencia todas las cosas para nuestra propia salvación? El es Dios y nosotros somos sus criaturas; él es el Señor y nosotros sus siervos; él es el Dueño del mundo y nosotros somos viles mortales, ¡y sin embargo sufrió! ¿Por qué, entonces, no habríamos de padecer nosotros también, y más cuando sabemos que la tribulación purifica? Por lo tanto, amados míos, si mi muerte ha de contribuir a su gloria, rogad que ella venga pronto y que él me dé fuerzas para soportar con serenidad todas las calamidades que me esperan. Empero, si es mejor que yo regrese para vivir otra vez entre vosotros, pidamos a Dios que yo vuelva sin mancha, es decir, que no suprima un tilde de la verdad del Evangelio, para poder dejar a mis hermanos un buen ejemplo que imitar. Es muy probable que nunca más volváis a ver mi cara en Praga; pero si fuese la voluntad del Dios todopoderoso traerme de nuevo a vosotros, avanzaremos con un corazón más firme en el conocimiento y en el amor de su ley.”- Bonnechose, lib. 2, págs. 162, 163. 
En otra carta que escribió a un sacerdote que se había convertido al Evangelio, Hus habló con profunda humildad de sus propios errores, acusándose “de haber sido afecto a llevar hermosos trajes y de haber perdido mucho tiempo en cosas frívolas.” Añadía después estas conmovedoras amonestaciones: “Que tu espíritu se preocupe de la gloria de Dios y de la salvación de las almas y no de las comodidades y bienes temporales. Cuida de no adornar tu casa más que tu alma; y sobre todo cuida del edificio espiritual. Sé humilde y piadoso con los pobres; no gastes tu hacienda en banquetes; si no te perfeccionas y no te abstienes de superfluidades temo que seas severamente castigado, como yo lo soy. . . . Conoces mi doctrina porque de ella te he instruido desde que eras niño; es inútil, pues, que te escriba más. Pero te ruego encarecidamente, por la misericordia de nuestro Señor, que no me imites en ninguna de las vanidades en que me has visto caer.” En la cubierta de la carta, añadió: “Te ruego mucho, amigo mío, que no rompas este sello sino cuando tengas la seguridad de que yo haya muerto.”- 
En el curso de su viaje vio Hus por todas partes señales de la propagación de sus doctrinas y de la buena acogida de que gozaba su causa. Las gentes se agolpaban para ir a su encuentro, y en algunos pueblos le acompañaban los magistrados por las calles. Al llegar a Constanza, Hus fue dejado en completa libertad. Además del salvoconducto del emperador, se le dio una garantía personal que le aseguraba la protección del papa. Pero esas solemnes y repetidas promesas de seguridad fueron violadas, y pronto el reformador fue arrestado por orden del pontífice y de los cardenales, y encerrado en un inmundo calabozo. Más tarde fue transferido a un castillo feudal, al otro lado del Rin, donde se le tuvo preso. Pero el papa sacó poco provecho de su perfidia, pues fue luego encerrado en la misma cárcel.
Se le probó ante el concilio que, además de homicidios, simonía y adulterio, era culpable de los delitos más viles, “pecados que no se pueden mencionar.” Así declaro el mismo concilio y finalmente se le despojó de la tiara y se le arrojó en un calabozo. Los antipapas fueron destituídos también y un nuevo pontífice fue elegido. Aunque el mismo papa se había hecho culpable de crímenes mayores que aquellos de que Hus había acusado a los sacerdotes, y por los cuales exigía que se hiciese una reforma, con todo, el mismo concilio que degradara al pontífice, procedió a concluir con el reformador. El encarcelamiento de Hus despertó grande indignación en Bohemia. Algunos nobles poderosos se dirigieron al concilio protestando contra tamaño ultraje. El emperador, que de mala gana había consentido en que se violase su salvoconducto, se opuso a que se procediera contra él. Pero los enemigos del reformador eran malévolos y resueltos. Apelaron a las preocupaciones del emperador, a sus temores y a su celo por la iglesia. Le presentaron argumentos muy poderosos para convencerle de que “no había que guardar la palabra empeñada con herejes, ni con personas sospechosas de herejía, aun cuando estuvieran provistas de salvoconductos del emperador y de reyes.”Jacques Lenfant, “Histoire du Concile de Constance,” tomo I, pág. 493 (Amsterdam, 1727). 
De ese modo se salieron con la suya. Debilitado por la enfermedad y por el encierro, pues el aire húmedo y sucio del calabozo le ocasionó una fiebre que estuvo a punto de llevarle al sepulcro, Hus fue al fin llevado ante el concilio. Cargado de cadenas se presentó ante el emperador que empeñara su honor y buena fe en protegerle. Durante todo el largo proceso sostuvo Hus la verdad con firmeza, y en presencia de los dignatarios de la iglesia y del estado allí reunidos elevó una enérgica y solemne protesta contra la corrupción del clero. Cuando se le exigió que escogiese entre retractarse o sufrir la muerte, eligió la suerte de los mártires. El Señor le sostuvo con su gracia. Durante las semanas de padecimientos que sufrió antes de su muerte, la paz del cielo inundó su alma. “Escribo esta carta -decía a un amigo- en la cárcel, y con la mano encadenada, esperando que se cumpla mañana mi sentencia de muerte. . . . En el día aquél en que por la gracia del Señor nos encontremos otra vez gozando de la paz deliciosa de ultratumba, sabrás cuán misericordioso ha sido Dios conmigo y de qué modo tan admirable me ha sostenido en medio de mis pruebas y tentaciones.”- Bonnechose, lib. 3, pág. 74. 
En la obscuridad de su calabozo previó el triunfo de la fe verdadera. Volviendo en sueños a su capilla de Praga donde había predicado el Evangelio, vio al papa y a sus obispos borrando los cuadros de Cristo que él había pintado en sus paredes. “Este sueño le aflige; pero el día siguiente ve muchos pintores ocupados en restablecer las imágenes en mayor número y colores más brillantes. Concluido este trabajo, los pintores, rodeados de un gentío inmenso, exclaman: ‘ ¡Que vengan ahora papas y obispos! ya no las borrarán jamás.’ ” Al referir el reformador su sueño añadió: “Tengo por cierto, que la imagen de Cristo no será borrada jamás. Ellos han querido destruirla; pero será nuevamente pintada en los corazones, por unos predicadores que valdrán más que yo.”- D’Aubigné, lib. 1, cap. 7. Por última vez fue llevado Hus ante el concilio. Era ésta una asamblea numerosa y deslumbradora: el emperador, los príncipes del imperio, delegados reales, cardenales, obispos y sacerdotes, y una inmensa multitud de personas que habían acudido a presenciar los acontecimientos del día. De todas partes de la cristiandad se habían reunido los testigos de este gran sacrificio, el primero en la larga lucha entablada para asegurar la libertad de conciencia. Instado Hus para que manifestara su decisión final, declaró que se negaba a abjurar, y fijando su penetrante mirada en el monarca que tan vergonzosamente violara la palabra empeñada, dijo: “Resolví, de mi propia y espontánea libertad, comparecer ante este concilio, bajo la fe y la protección pública del emperador aquí presente.”- Bonnechose, lib. 3, pág. 94. 
El bochorno se le subió a la cara al monarca Segismundo al fijarse en él las miradas de todos los circunstantes. Habiendo sido pronunciada la sentencia, se dio principio a la ceremonia de la degradación. Los obispos vistieron a su prisionero el hábito sacerdotal, y al recibir éste la vestidura dijo: “A nuestro Señor Jesucristo se le vistió con una túnica blanca con el fin de insultarle, cuando Herodes le envió a Pilato.”
Habiéndosele exhortado otra vez a que se retractara, replicó mirando al pueblo: “Y entonces, ¿con qué cara me presentaría en el cielo? ¿cómo miraría a las multitudes de hombres a quienes he predicado el Evangelio puro? No; estimo su salvación más que este pobre cuerpo destinado ya a morir.” Las vestiduras le fueron quitadas una por una, pronunciando cada obispo una maldición cuando le tocaba tomar parte en la ceremonia. Por último, “colocaron sobre su cabeza una gorra o mitra de papel en forma de pirámide, en la que estaban pintadas horribles figuras de demonios, y en cuyo frente se destacaba esta inscripción: ‘El archihereje.’ ‘Con gozo -dijo Hus- llevaré por ti esta corona de oprobio, oh Jesús, que llevaste por mí una de espinas.” Acto continuo, “los prelados dijeron: ‘Ahora dedicamos tu alma al diablo.’ ‘Y yo -dijo Hus, levantando sus ojos al cielo- en tus manos encomiendo mi espíritu, oh Señor Jesús, porque tú me redimiste.’ “-Wylie, lib. 3, cap. 7. 
Fue luego entregado a las autoridades seculares y conducido al lugar de la ejecución. Iba seguido por inmensa procesión formada por centenares de hombres armados, sacerdotes y obispos que lucían sus ricas vestiduras, y por el pueblo de Constanza. Cuando lo sujetaron a la estaca y todo estuvo dispuesto para encender la hoguera, se instó una vez más al mártir a que se salvara retractándose de sus errores. “¿ A cuáles errores -dijo Husdebo renunciar? De ninguno me encuentro culpable. Tomo a Dios por testigo de que todo lo que he escrito y predicado ha sido con el fin de rescatar a las almas del pecado y de la perdición; y, por consiguiente, con el mayor gozo confirmaré con mi sangre aquella verdad que he anunciado por escrito y de viva voz.”-Ibid. Cuando las llamas comenzaron a arder en torno suyo, principió a cantar: “Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí,” y continuó hasta que su voz enmudeció para siempre. Sus mismos enemigos se conmovieron frente a tan heroica conducta. Un celoso partidario del papa, al referir el martirio de Hus y de Jerónimo que murió poco después, dijo: “Ambos se portaron como valientes al aproximarse su última hora. Se prepararon para ir a la hoguera como se hubieran preparado para ir a una boda; no dejaron oír un grito de dolor. Cuando subieron las llamas, entonaron himnos y apenas podía la vehemencia del fuego acallar sus cantos.” 
Cuando el cuerpo de Hus fue consumido por completo, recogieron sus cenizas, las mezclaron con la tierra donde yacían y las arrojaron al Rin, que las llevó hasta el océano. Sus perseguidores se figuraban en vano que habían arrancado de raíz las verdades que predicara. No soñaron que las cenizas que echaban al mar eran como semilla esparcida en todos los países del mundo, y que en tierras aún desconocidas darían mucho fruto en testimonio por la verdad. La voz que había hablado en la sala del concilio de Constanza había despertado ecos que resonarían al través de las edades futuras. Hus ya no existía, pero las verdades por las cuales había muerto no podían perecer. Su ejemplo de fe y perseverancia iba a animar a las muchedumbres a mantenerse firmes por la verdad frente al tormento y a la muerte. Su ejecución puso de manifiesto ante el mundo entero la pérfida crueldad de Roma. Los enemigos de la verdad, aunque sin saberlo, no hacían más que fomentar la causa que en vano procuraban aniquilar.

Katherine Kuhlman

En medio de este profundo silencio una voz dice: “¡Creo en los milagros!” y comienza un nuevo culto de milagros con Katherine Kuhlman. Su ministerio, único, cambió el énfasis en el cuerpo de Cristo, que pasó de la demostración externa de los dones al Dador de los dones: el Espíritu Santo. Muchos han tratado de imitar su voz y sus movimientos teatrales, pero sin resultado. Ella fue un ejemplo de una persona que no temió pagar el precio de andar en el servicio de Dios.

Katherine Johanna Kuhlman nació el 9 de mayo de 1907 en Misuri, Estados Unidos. Y tenía catorce años cuando nació de nuevo. Durante su vida relató muchas veces la historia de cómo respondió a lo que parecía ser un llamado soberano proveniente en forma directa del Espíritu Santo, no de ninguna persona. Ella venía de un trasfondo “religioso”, más que espiritual, por lo que las iglesias a las que asistía nunca hacían llamados para recibir la salvación.
El padre de Katherine estaba de pie en la cocina cuando ella llegó corriendo de la iglesia para compartir la buena noticia con él. Acostumbraba contarle todo. En sus propias palabras, se lanzó sobre él y le dijo: “Papá… ¡Jesús ha entrado en mi corazón!” Sin mostrar ninguna emoción, su padre sólo dijo: “Me alegro”.
Katherine recordaba que nunca estuvo realmente segura de si su padre había comprendido en verdad lo que le había dicho. Finalmente, la jovencita decidió asistir a la iglesia bautista a la que iba su padre, en lugar de la metodista a la que iba su madre. Aun entonces, ya tenía ideas propias.

La doncella evangelista

Una característica de aquellos que Dios usa en gran manera es que están dispuestos a dejarlo todo y seguir su dirección. En 1913, la hermana mayor de Katherine, Myrtle, se casó con un joven y apuesto evangelista que estaba terminando sus estudios en el Instituto Bíblico Moody. Myrtle y Everett Parrott comenzaron un ministerio como evangelistas itinerantes. Aproximadamente diez años más tarde, en 1924, Myrtle y Katherine persuadieron a sus padres de que la voluntad de Dios era que Katherine viajara con ellos.
En ese momento, los Parrott tenían su base en Oregon. Habían conocido a un renombrado maestro y evangelista, el Dr. Charles S. Price, quien tenía un ministerio de sanidad y les enseñó sobre el bautismo en el Espíritu Santo.
Katherine pasó cinco años con su hermana y su cuñado, se preparaba lo que sería la base de su propio ministerio. Trabajaba en la casa para aliviar cualquier carga que su presencia pudiera significar, y pasaba muchas horas leyendo y estudiando la Palabra.
En 1928, los Parrott llegaron a Boise, Idaho. Para este entonces habían adquirido una carpa y tenían una pianista llamada Helen Gulliford.
Poco tiempo después Helen y Katherine, como Pablo y Bernabé en la iglesia del Nuevo Testamento, decidieron separarse de los Parrot. Un pastor de Boise les ofreció la posibilidad de predicar en un pequeño salón de billar que había sido reacondicionado para servir como salón de reuniones. Ese fue el comienzo del “Ministerio Katherine Kuhlman”.

“¡Quiero que sea grande!”

Después de predicar en todo Idaho, Katherine y Helen fueron hacia Colorado. Luego de una campaña de seis meses en Pueblo, llegaron a Denver. Un hombre de negocios, Earl F. Hewitt, se había unido a ella en Pueblo, como administrador del ministerio. En ese año, 1933, la depresión estaba en su punto más alto. Sin embargo, ella creía que si servimos a un Dios de recursos limitados, entonces estamos sirviendo al dios equivocado. Katherine vivía por el principio de fe y confiaba en Dios.
Por eso dijo a Hewitt que fuera a Denver y actuara como si tuvieran un millón de dólares. Le dijo: “Ve a Denver. Alquila el edificio más grande que encuentres. Consigue el mejor piano disponible para Helen. Llena el local de sillas. Manda a publicar un anuncio grande en el Denver Post y haz propaganda por radio, en todas las emisoras. Este es el negocio de Dios, y vamos a hacerlo a su manera: ¡A lo grande!”
Hewitt le tomó la palabra y siguió sus instrucciones. El lugar había sido un depósito de la compañía Montgomery Ward. Las reuniones se prolongaron por cinco meses, durante los cuales se mudaron a otro depósito. Después de cinco meses, un hombre se ofreció a dar un adelanto para un edificio que pudieran usar en forma permanente y que tuviera un gran cartel de neón que diría: “La oración cambia las cosas”.
Dado que la respuesta a su ministerio era tan grande, Katherine accedió a quedarse en Denver.
En febrero de 1935, se abrió el Tabernáculo del Avivamiento de Denver, con el enorme cartel de neón que le habían prometido: “LA ORACIÓN CAMBIA LAS COSAS”. El auditorio tenía capacidad para dos mil personas sentadas. Durante los siguientes cuatro años, miles de personas asistieron a las reuniones. Se realizaban cultos todas las noches, excepto los lunes.

El paso en falso

En 1935, un predicador llamado Burroughs A. Waltrip, de Austin, Texas, fue invitado a predicar en el Tabernáculo. Era un hombre extremadamente apuesto, ocho años mayor que Katherine. Pronto ambos descubrieron que había una atracción entre ellos.
El único problema era que este hombre estaba casado y tenía dos hijos pequeños. Katherine aparentemente ignoró las señales del Espíritu Santo en su interior, que le indicaban que esta relación era un error. Poco después de su primera visita a Denver, Waltrip se divorció de su primera esposa y dijo a todos que fue ella quien lo había abandonado.

El error

Después de dejar a su familia, Waltrip se mudó a Mason City, Iowa, presentándose como un hombre soltero, e inició un centro evangelístico llamado Radio Chapel. Se lo conocía como un evangelista dramático y sensacionalista, y comenzó a emitir diariamente desde la Capilla. Katherine y Helen fueron allí para ayudarlo a reunir fondos para su ministerio.
Pronto, la relación romántica entre Katherine y Waltrip, a quien ella llamaba “Mister” se hizo pública. Helen y otros amigos de Denver trataron de persuadir a Katherine de que no se casara con el apuesto evangelista, pero ella insistía en que su esposa lo había dejado, lo cual lo hacía libre para casarse nuevamente.
Katherine decidió creer la historia que Waltrip contaba, pero mientras preparaban la boda, su corazón estaba constantemente turbado. No tenía paz en su espíritu. La mayoría de la gente dice que “Mister” no amaba a Katherine en absoluto. Lo que amaba era su capacidad para atraer multitudes y reunir fondos. Este hombre era bien conocido por su codicia y su estilo de vida extravagante.
Antes de la fecha decidida para el matrimonio en Mason City, Katherine comentó el tema con sus amigas, Lottie Anthony y Helen. Lottie recuerda que Katherine dijo: “Es que no logro encontrar la voluntad de Dios sobre este tema”. Las mujeres trataron de convencer a Katherine de que esperara y buscara tener paz en Dios. Pero ella no las escuchó.
Cuando los recién casados regresaron a Des Moines después de la ceremonia, Katherine hizo algo extraño. Después de registrarse en el hotel, se negó a quedarse con su nuevo esposo. Su amiga Lottie Anthony dice que ella se metió en el auto y se dirigió rápidamente hacia el hotel donde ella y Helen se hospedaban.
Katherine se quedó en el cuarto de sus amigas, llorando y admitiendo que había cometido un error al casarse, y que pediría la anulación del matrimonio.
Las tres mujeres salieron de Des Moines: esperaban explicar la situación a la congregación en Denver. Pero la congregación no les dio ninguna oportunidad. Estaban furiosos con Katherine.

Sueños destrozados

La obra que Katherine había construido tan diligentemente durante los cinco años anteriores se desintegró con rapidez.
Katherine Kuhlman, la mujer que algunos habían adorado como “perfecta madonna” era, en realidad, un ser humano sujeto a tentaciones. Ella fue una gran mujer de Dios, pero lo que la hizo grande fue la decisión de actuar para recuperarse de su error.
Pero esto no se produjo de un día para otro. Katherine pasó los siguientes ocho años en completo anonimato en lo que al gran ministerio se refiere.
Pero a partir del momento en que tomó su decisión, Katherine nunca se apartó del llamado de su vida, nunca se desvió de la senda que Dios había trazado para ella.

El día que Katherine kuhlman murio

Ella cuenta el día que se decidió ponerle punto final fue ese sábado a las cuatro de la tarde morí en ese callejón sin salida. Fue la voluntada de Dios para mi vida.
Hoy puedo llevarte a una calle sin salida en cierta cuidad en un determinado estado, donde rendí todo a cristo: mi cuerpo, mi alma y mi espíritu. Caminando por allí, con lágrimas corriendo por mis mejillas, por primera vez en mi vida, fui toda de El y nada de mí. Cuando rendí total y completamente todo a Jesús, el Espíritu Santo tomo ese vaso vació, y eso es todo lo que el pide. ¡Ese día fue el amanecer del día más grande de mi vida! No tuve un ministerio real hasta ese día que camine por esa pequeña calle sin salida, y me rendí por entero a el.
A partir de ese momento ella nunca se aparto del llamado de su vida, nunca se desvió de la senda que Dios había trazado para ella, y nunca mas volvió a ver mister después de que compro un boleto de ida a franklin Pensilvana.

Las muchas voces

Poco después de iniciar sus reuniones en el Gospel Tabernáculo (Pensilvania), comenzó un programa diario en la radio WKRZ en Oil City. A los pocos meses, la respuesta de la gente era tal, que sumó otra estación en Pittsburgh.
Repentinamente, en lugar de que las personas la acosaran, Katherine se vio inundada de correspondencia; la estación de Oil City finalmente debió prohibir a las personas que entraran al estudio, porque no se podía trabajar.
En esta época del fin de la guerra, el Espíritu Santo se movía para restaurar al cuerpo de Cristo por medio del don de la sanidad. Las grandes campañas de sanidad estaban al orden del día.
En ese momento Katherine aún oraba principalmente para que las personas fueran salvas. Pero también comenzó a orar e imponer las manos a quienes necesitaban sanidad. No tenía la más mínima idea de que esta área del ministerio le daría fama internacional.
A medida que su ministerio se desarrollaba, Katherine comenzó a poner menos énfasis en la fe, y más en la soberanía del Espíritu Santo. En sus reuniones no había tarjetas de oración, ni carpas para los inválidos, ni largas filas de personas enfermas que esperaran que ella les impusiera las manos. Katherine nunca acusó a los que no recibían sanidad de ser débiles en la fe. Parecía que las sanidades se producían en todo el auditorio mientras la gente estaba simplemente en sus asientos, concentrados en Jesús, con la mirada puesta en el cielo.

Demasiados como para nombrarlos a todos

¿Cuáles fueron algunos de los milagros más destacados? Aunque hubo miles y miles de milagros, el mayor milagro, para Katherine, era que una persona naciera de nuevo. En cierta ocasión, un niño de cinco años, paralítico de nacimiento, caminó hacia la plataforma sin ayuda de nadie. Otra vez, una mujer que había estado paralítica y confinada a una silla de ruedas durante doce años, caminó hacia la plataforma sin ayuda de su esposo. En Filadelfia, un hombre al que le habían colocado un marcapasos ocho meses antes, sintió un dolor intenso en su pecho cuando Katherine le impuso las manos. Al llegar a su casa, descubrió que la cicatriz de la operación se había borrado, y no estaba seguro de si el marcapasos funcionaba. Más tarde, cuando el médico ordenó tomarle algunas radiografías, descubrieron que el marcapasos había desaparecido ¡y el corazón estaba totalmente sano!
Era común que los tumores se disolvieran, los cánceres se esfumaran, los ciegos vieran y los sordos oyeran. Las migrañas eran sanadas instantáneamente. Aun los huecos en los dientes eran rellenados por intervención divina. Sería imposible dar una lista de los milagros que se produjeron a través del ministerio de Katherine. Sólo Dios lo sabe.
Ella solía llorar de gozo al ver los miles de personas sanadas por el poder de Dios. Algunos recuerdan que las lágrimas caían hasta sobre sus manos.
También se dice que Katherine lloraba al ver las personas que se iban de sus cultos aún en sus sillas de ruedas o enfermas. Nunca trató de explicar por qué algunos recibían su sanidad, y otros no. Ella creía que la responsabilidad era de Dios. Le agradaba referirse a sí misma como “vendedora”, no “gerente”. Cualquier cosa que la Gerencia decidiera hacer, ella estaba obligada a obedecer. Pero solía decir que esa era una de las primeras preguntas que le haría a Dios cuando llegara al cielo.

Estoy bien con mi Dios

El último culto de milagros de su ministerio fue realizado en el Auditorio Shrine de Los Ángeles, California, el 16 de noviembre de 1975. Cuando Katherine abandonaba el auditorio, una empleada de su oficina de Hollywood vio algo que nunca olvidaría.
Mientras todos salían del auditorio, Katherine caminó en silencio hasta el final de la plataforma. Una vez allí, levantó la cabeza y recorrió lentamente con su mirada la planta alta de asientos, como si estudiara a cada uno, durante un tiempo que pareció una eternidad. Luego bajó la mirada a la segunda sección, siguió cada fila y cada asiento con la mirada. Finalmente estudió detalladamente cada uno de los asientos de la planta baja.
Solo podemos imaginar lo que pasaba por la mente de Katherine: los recuerdos, las victorias, las sanidades, las risas, las lágrimas. ¿Sería posible que ella supiera que jamás volvería a pisar la plataforma? ¿Sería posible que en ese momento estuviera despidiéndose de su ministerio terrenal?
Sólo tres semanas después de ese día de noviembre, Katherine agonizaba en el Centro Médico Hillcrest de Tulsa, Oklahoma, después de una operación a corazón abierto.

“Quiero irme a casa”

Oral y Evelyn Roberts estuvieron entre las pocas personas a las que se permitió visitar a Katherine en el Centro Médico. Cuando entraron a su cuarto y se acercaron a su cama para orar por su sanidad, Oral recuerda que sucedió algo muy importante. “Cuando Katherine se dio cuenta de que estábamos allí para orar por su recuperación, extendió sus manos como formando una barrera y las levantó hacia el cielo”. Evelyn Roberts miró a su esposo y dijo: “No quiere que oremos. Quiere irse a casa”.
Katherine Kuhlman fue un tesoro muy especial. Su ministerio fue pionero en llevar a nuestra generación al conocimiento del Espíritu Santo. Ella intentó mostrarnos cómo tener comunión con Él, y amarlo. Katherine verdaderamente tenía la capacidad de revelarnos el Espíritu Santo como nuestro Amigo. Por esto, nadie puede cerrar este capítulo mejor que ella misma:
“El mundo me ha llamado tonta por haberle dado mi vida entera a Alguien que nunca he visto. Sé exactamente lo que voy a decir cuando esté en su presencia. Cuando mire el maravilloso rostro de Jesús, tendré sólo una cosa para decir: ‘Lo intenté’. Me entregué lo mejor que pude. Mi redención será completada cuando me encuentre frente a quien todo lo hizo posible”.

LA VISIÓN DE SMITH WIGGLESWORTH

El siguiente relato es de una visión particularmente poderosa que fue dada a Smith Wigglesworth durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, cuando él recibió la visita de un joven llamado Lester Sumrall (el conocido evangelista de sanidad y liberación, y fundador de la organización caritativa "Alimenten a los hambrientos"). Este relato de la visión de Wigglesworth es del libro de Lester Sumrall, "Pioneros de la fe" (1995), p.168-169:

"... Cerrando sus ojos otra vez, él dijo: 'Veo llegar al planeta Tierra el avivamiento más grande en la historia de la humanidad. Y veo sanidad de toda forma de enfermedad. Veo hospitales enteros vacíos con nadie dentro. Aun los médicos están corriendo por las calles, gritando.'

"El me dijo que habría multitudes incontables que serán salvos. Nadie dirá 'tantos', o 'tantos', porque nadie podrá contar a aquellos que vienen a Jesús. Ninguna enfermedad se opondrá al pueblo de Dios... 'Será una situación mundial, no local', dijo, 'un impacto mundial del poder de Dios y de la unción de Dios sobre la humanidad.'

"Después abrió sus ojos y me miró y dijo: 'Yo no lo veré, pero tú lo verás. El Señor dice que yo tengo que ir adelante a mi recompensa, pero que tú verá las obras poderosas que El hará en la tierra en los últimos días.'

"... La idea de que yo iba a ver este avivamiento, fue abrumadora. Y durante la última década, yo creo que hemos visto como el inicio de este avivamiento comenzó a tocar la tierra. Hemos visto movimientos asombrosos de Dios en África... Hace poco estuve en China y me encontré con la iglesia subterránea. Me dijeron que hay por lo menos 45 millones de cristianos del pleno evangelio en China.
Encontré allí una profundidad en la oración, y una integridad, que no he visto en ningún otro lugar del mundo... Entonces creo que estamos viendo como la profecía de Smith Wigglesworth empieza a cumplirse. Estamos viendo las primeras etapas de ello." (Lester Sumrall murió el 28 de abril de 1996.)

Otra de las profecías de Wigglesworth dice que el último gran avivamiento traerá un "matrimonio" entre la "Palabra" y el "Espíritu", de una manera que no hemos visto antes. Hubo muchos avivamientos donde la "palabra" hablada era muy importante - especialmente los de Edwards, Wesley, Finney, etc. Y durante el último siglo hubo muchos avivamientos que enfatizaron el Espíritu Santo. Pero éste será un avivamiento que "une en matrimonio" el ministerio de la palabra hablada con el ministerio enfocado en el Espíritu Santo. ¡Qué poder será liberado cuando esto suceda! ¿Puedes imaginarte la predicación de un Charles Finney combinada con las señales y los milagros de un evangelista de sanidad?

Interesantemente, en la década de los 1990, un predicador internacional conocido profetizó que dos líderes cristianos prominentes tenían que morir antes que vendría el gran avivamiento. Esto encaja muy bien con lo que Dios me estaba mostrando a mí mismo y a otros, de que los líderes claves de la "vieja guardia" tienen que irse antes de que el nuevo liderazgo de Dios pueda surgir de verdad. En los años recientes hemos visto fallecer a Derek Prince, Kenneth Hagin y Bill Bright. Es ciertamente una profecía interesante, y un tiempo fascinante para vivir.

Yo creo que vivimos ahora en el umbral de los días más trascendentales en la historia de la iglesia. La gloria de Dios vendrá. Y el pueblo de Dios ya no será el hazmerreír. Los "poderosos hombres y mujeres valientes" de Dios tienen que tomar la delantera una vez más, como en los días antiguos. Creo que Dios busca en nuestros días nuevamente a hombres y mujeres que estén dispuestos a arriesgar todo para El, que murieron al pecado y a sí mismos, que no son dados a la exageración o al hacer un "show" carnal, y que desean solamente servir a Dios, con pureza del espíritu y no con un exceso de poder del alma.

Ciertamente estas palabras de Watchman Nee son trágicamente ciertas, no solo de muchos cristianos hoy en día, sino aun de muchos líderes: "El viejo hombre corrompido en el creyente murió, pero su alma sigue siendo el poder detrás de su manera de vivir. Por un lado, la naturaleza pecaminosa fue tocada drásticamente, pero por el otro lado, la vida propia todavía permanece, y por tanto está necesariamente bajo el dominio del alma... El que depende de su alma para llevar a cabo los deseos del Espíritu, está usando fuerzas naturales (o humanas) para producir una bondad sobrenatural (o divina). Esto es intentar cumplir los mandamientos de Dios en fuerzas propias... Pocos son los que están dispuestos a reconocer honestamente su debilidad e incapacidad, y a apoyarse únicamente en Dios. ¿Quién confesará su inutilidad, si no fue humillado por la gracia de Dios? El hombre se enorgullece en su pericia ... No entiende que sus esfuerzos, tan buenos como parezcan a la vista de los hombres, nunca pueden agradar a Dios... Fracasa miserablemente en sus intentos de ser espiritual, y sigue viviendo en el ámbito del alma." (Watchman Nee, "El hombre espiritual").

Es en el "desierto" estéril de quebrantamiento y desesperación, que Dios trata con estas fuerzas propias del alma en Sus siervos. Y solamente cuando este "yo" fue entregado a la espada hasta lo último, es cuando Dios puede encomendar a estos siervos Su poder que obra milagros. Solamente cuando ellos no desean nada aparte de Su gloria, El puede darles las armas poderosas de la guerra. Como dijo una profecía que fue dada hace varios años en América: "He usado muchas espadas en el pasado, y algunas fueron hechas de metales contaminados. Las usé porque eran las únicas armas disponibles. Pero para este último gran avivamiento necesito espadas de los metales más puros, que hayan pasado por los fuegos más calientes, para que no se quebranten en Mi mano..."

Es mi convicción que nuestro Dios Todopoderoso está ahora buscando a hombres y mujeres a quienes El puede encomendar una tal unción. El está buscando un pueblo que verdaderamente "no amarán sus vidas hasta la muerte"; que conozcan los peligros pero estén dispuestos a arriesgar todo (incluso a la luz del fracaso de algunos en el pasado), para que Dios sea glorificado y Su estándar sea levantado en la tierra en nuestros días. Estamos rodeados por una gran nube de testigos - hombres y mujeres que lucharon una lucha gloriosa y ganaron la carrera. Y Dios busca ahora a hombres y mujeres de esta misma calidad, que tengan hambre y sed de El, que prosiguen a las cosas profundas de Dios, y que voluntariamente pagaron el precio y pasaron mucho tiempo a solas con El. Como Eliseo, que no dejó ir a Elías hasta que recibió una doble porción de la unción de este gran profeta, ellos no dejarán ir a Dios hasta que El los bendiga con un poder similar.

Charles Finney dijo: "ORA LO MÁS QUE PUEDES por el Espíritu Santo de Dios, y LUCHA LO MÁS QUE PUEDES con Dios por Su bendición... Si tienes el Espíritu Santo de Dios, sentirás una gran desesperación al ver la condición de la iglesia y del mundo." Es solamente por medio de esta clase de oración ferviente, agonizante, DE LUCHA, que podemos llegar a estos ámbitos más grandes en Dios. Y entonces, ¡cuánto se nos opondrá satanás! (Y muy probablemente los líderes de las iglesias también.) Como escribió el apóstol Pablo: "Porque no queremos que ustedes ignoren, hermanos, NUESTRA TRIBULACIÓN que nos llegó en Asia, que fuimos CARGADOS SOBREMANERA, MÁS ALLÁ DE NUESTRAS FUERZAS, DE MANERA QUE INCLUSO DESESPERAMOS DE LA VIDA." (2 Cor.1:8)

Como declaró David, el rey de Israel: "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente" (Sal.42:2). Y fue el gran deseo del apóstol Pablo, "que yo pueda CONOCERLE (A JESÚS), y el poder de Su resurrección, y la comunión de Sus sufrimientos, siendo conformado a Su muerte" (Fil.3:10). Y nuevamente, Charles Finney declaró: "El avivamiento viene del cielo cuando almas heroicas entran al conflicto, decididos a vencer o a morir... 'El reino del cielo sufre violencia, y LOS VIOLENTOS LO TOMAN POR FUERZA.'" - Hace unos años, Dios me dijo el secreto para ser parte del movimiento de Dios que viene. Es simplemente este: "EL QUE SE ATREVE, VENCE." Como dije antes, creo que Dios está actualmente buscando a tales hombres y mujeres, "probados como por fuego", que guiarán a Su pueblo en el gran conflicto que viene. Y el "ATREVIMIENTO" será uno de los requisitos más importantes. Dime, mi amigo, ¿serás uno de ellos? ... "Pero ESPEREN en la ciudad de Jerusalén, hasta que sean INVESTIDOS CON PODER DE LO ALTO" (Luc.24:49).

El valor eterno de saber esperar

“Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muchos días lo hallarás” (Ecl 11:1).

Aquí probablemente el pan se refiere, de forma figurada, al grano del que está hecho. En Egipto, la semilla se sembraba en áreas inundadas. Cuando las aguas retrocedían, la cosecha aparecía, si bien esto no sucedía de un día para otro. La cosecha venía: “después de muchos días”.

En la actualidad vivimos en una sociedad “instantánea” que busca resultados instantáneos. Tenemos puré de patata instantáneo, té y café instantáneos, cacao, sopa y avena instantáneas. También tenemos crédito instantáneo en el banco, y repeticiones instantáneas en la televisión.

Pero no ocurre así en la vida y el servicio cristiano. Nuestras bondades no se recompensan de inmediato. Asimismo, nuestras oraciones no siempre son contestadas con premura y el servicio no produce resultados instantáneos.

La Biblia utiliza repetidamente el ciclo agrícola para ilustrar el servicio espiritual. “El sembrador salió a sembrar...”, “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. “Primero el tallo, luego la espiga, después grano abundante en la espiga”. Es un proceso gradual que se extiende por un período de tiempo. La calabaza crece más rápidamente que una encina y sin embargo, ésta también lleva su tiempo.

Por lo tanto, esperar resultados instantáneos de nuestras obras de bondad es engañoso. Esperar siempre tener respuestas inmediatas a la oración es señal de inmadurez. Es una imprudencia presionar a una persona que por primera vez escucha el evangelio para que tome una decisión. El orden en la experiencia normal es dar, orar y servir incansablemente por un prolongado período de tiempo, con la confianza de que nuestro trabajo en el Señor nunca es en vano. Posteriormente vemos resultados, no para hincharnos de orgullo, sino para animarnos a seguir adelante. El resultado completo no será conocido hasta que lleguemos al cielo, que es, después de todo, el sitio mejor y el más seguro para ver el fruto de nuestras labores.

William MacDonald
De día en día